De sencilla factura, tan sólo un caño señalizado en su cabecera por un pequeño monolito vertía sus aguas a un abrevadero con un rebosadero por donde el agua excedente saltaba, dando origen al “chorrillo” que discurría a partir de ese punto de la calle Parras y que le dio el nombre popular por el que aún hoy se le conoce a este tramo de calle.
Las necesidades de abastecimiento y de abrevar el ganado requerían distribuir por el casco urbano fuentes, aunque no en todas se podía abrevar, de modo que además de ésta existían las populares fuentes de la plaza de Serón, de la Feria y del Moralejo, y otras como la de la calle Río, Cuevas de Abajo, San Marcos y la del Borrego, en la calle Real Alta.